Hemos sido consientes en estos últimos años de los daños que le estamos produciendo a nuestro planeta y terribles consecuencias que provocamos (cambios climáticos, inundaciones, atmosfera, capa de ozono, etc.)
Si bien se han implementado medidas para preservarlo o al menos no seguir dañándolo, este trabajo es día a día y más globalmente.
Recientes estudios afirman que los plásticos utilizados para recipientes causarían muertes prematuras. Esto se debe a que las toxinas, emanadas por dichos plásticos, están relacionadas con la obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Otro de los interrogantes es ¿qué sucede con los envases de los productos que consumimos? acá es donde se abre el debate sobre la necesidad de una ley de envases.
Se estima que apenas el 6% de éstos se recicla y el resto termina en relleno sanitario o en basurales a cielo abierto, contaminando el medio ambiente.
Con esta Ley que se pide, se establece que los productores sean los responsables del post-consumo, y concientizarlos a producir envases con el menor impacto ambiental.
Lo cierto es que los envases que no son Bio Degradables, tardan muchísimos años en desintegrarse, por ejemplo: el papel puede tardar hasta 1 año, los chicles y/o gomas unos 5 años, las latas 10 años, los envases Tetraparks hasta 30 años, y estos son solo algunos ejemplos.
En la Ciudad de Buenos Aires existe un programa donde se separan la basura de los reciclables (éstos pueden ser utilizados en otros productos).
La mayoría de los países cuentan con programas similares y muchos han adaptado los envases compostables. Éstos corresponden a envases que pueden ser degradados biológicamente produciendo: dióxido de carbono, agua, abono, etc., con ciertas condiciones ambientales como la temperatura o humedad.
Cada vez más laboratorios trabajan para desarrollar materiales que permitan dar un giro de 360° a la plaga de materiales dañinos que inunda nuestro planeta.
Ecombes y el Centro Tecnologico AINIA, han desarrollado un material biodegradable y biobasado, es decir, fabricado 100% orgánico, a partir de las cáscaras de hortalizas o tubérculos.
Otro de los materiales que se encuentran en proceso de producción es el bautizado como PHBV (PoliHidroxiButilValerato) que se obtiene a partir de la trituración del residuo vegetal para extraer su glucosa, el plástico resultante puede utilizarse para el envasado de alimentos y, a diferencia de otros bioclásticos, se podrá reciclar, compostar, e incluso biodegradarse en el entorno marino.
Aunque el proyecto aún se encuentra en fase de prototipo, se espera que este descubrimiento revolucione el panorama de la innovación sostenible tan pronto como pueda ponerse al alcance del mercado.