Sabemos que las golosinas son alimentos nutricionalmente desbalanceados y con un alto contenido de hidratos de carbono, grasas y/o sal, pero a su vez, son súper adictivos y muy ricos.
Lo que preocupa mundialmente es el rol que estas golosinas ocupan en la alimentación infantil, que comparados con las comidas normales, éstas incrementan la densidad energética, haciéndolos más hiperactivos, mientras que son deficientes en otros nutrientes.
El problema es que el consumo de éstos a largo plazo pueden contribuir a desarrollar enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, caries, entre otras patologías.
Expertos en alimentación recomiendan que los niños limiten el consumo de azúcar agregada a menos de un 10% de sus calorías diarias; la única excepción a esta regla es para menores de 2 años donde el consumo de azúcares agregados es 0.
Es importante que las estrategias preventivas y de cultura alimenticia comiencen en los primeros años de vida, como también, se recomienda a que los adultos prediquen con el ejemplo.
Por eso es tan importante dar el impulso a acciones destinadas al apoyo de la producción, comercialización y publicidad de alimentos saludables, de manera que puedan competir con las golosinas.
Es clave, también, el rol que manejan de los medios de comunicación, en especial, el impacto que tienen en los niños y de la influencia que generan en la decisión de compra y consumo de estos productos.
La recomendación es reducir la cantidad y frecuencia de lo que consumimos y/o que damos a los niños, sin necesidad de prohibirlos, pero sí limitarlos a unas pocas situaciones especiales.
Optar como por ejemplo el fin de semana, armar un plan con los niños, y compartir una salida al parque, que jueguen, que hagan actividad física, y ahí sí “premiarlos con alguna golosina”, esta bueno también endulzar la vida, pero todo en su justa medida.