No sabemos de las batallas que cursan las personas.
No comprendemos la gran mayoría de cosas que suceden y transcurren ahora mismo delante nuestro.
Pensamos que es un vago aquel amigo que no sale de su casa, que “no hace nada” con su vida.
Si, ese mismo que no estudia, que no trabaja, que solo se despierta, come, se baña y duerme.
No entendemos que hay un mundo tras la realidad que conocemos.
Que debemos acompañar, antes de querer entender.
Tenemos que alentar, antes que desanimar con ese típico comentario.
O simplemente darle ese espacio, para que pueda respirar.
No sabemos de las luchas que se esconden tras las sonrisas y mucho menos el dolor, que no se traduce en el físico.
No comprendemos que las vidas son distintas, que todos sentimos el peso y el paso de ella, de una manera única.
Si tú estás bien, contagia tu alegría con los demás.
Porque esa felicidad sin igual, es mucho más bella si es compartida.
Todos tenemos algo dentro y cargamos con ello.
Nadie nos conoce tal y cual como somos.
Y no debemos juzgar a nadie por ello.
Aprendamos a aceptarnos y ser feliz.