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Las fotos de monumentos nunca nos dicen nada por sí solas cuando los ataca el ojo y su costumbre. Ni la torre Eiffel, ni la de Pizza o siquiera el Obelisco pueden ser igual de vistos por medio de un papel, que experimentados desde la realidad. Eso mismo pensé hace algunos años, cuando en medio de plaza San Martín, con la estatua del prócer en su caballo y los árboles llamando al otoño, de la nada, apareció ante mí una gran torre de babel intentando alcanzar el cielo. ¿Cómo ignorarla? ¿Cómo no querer apreciarla en vivo y recorrerla entera? Imposible. Menos con sus treinta metros de altura, 30.000 libros y todos en más de 50 lenguas.\

La Torre de Babel de Libros (2011), Marta Minujín. 

Solo una artista pudo lograr tal impacto, interés y movimiento: Marta Minujín. Esa mujer que ama el “arte, arte, arte”, que corre y se mueve a la velocidad de la luz dentro de su estudio, su vida y su trabajo. “El arte mío se basa en descolocar a la gente”, comentó en un reportaje de los tantos que le realizaron; y vaya si lo hace. 

Desde 1965 con La menesuda, pasando por el Partenón de libros en 1983, hasta Rayuelarte en 2010 y esta nueva creación, la blonda del pop art ya llevaba, hasta 2011, alrededor de 19 obras efímeras en el país. Todas construidas y destruidas casi en un tris, así como lo fue la mítica Torre de Babel en su momento. “Hacer la torre, con todos los idiomas del mundo, es una manera de unificar. Un ejemplo para que a través del arte, que no necesita traducción, todos estos libros queden en la memoria de la gente”, sentenció Minujín ante diplomáticos e invitados, en la inauguración de su obra, aquel 11 de junio de 2011. Explicó además que esto se encuentra en el imaginario colectivo de la masa, porque “muchas personas no conocen el mito de Babel”.

Hagamos memoria… Según la versión del Antiguo Testamento, en los inicios del mundo todos hablábamos el mismo idioma. Luego, con el objetivo de llegar al cielo para lograr perpetuarse, los hombres se unieron  y construyeron la Torre de Babel. El proyecto fracasó. Cuando Dios bajó a la tierra y vio semejante monumento comentó: <<Si esta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a los otros>>. Quizás nunca sepamos la verdad, aún cuando haya católicos y científicos que aseguren la existencia del monumento helicoidal, perdido seguramente en alguna ruina de Babilonia. Pero lo real, lo palpable, es la resignificación que Minujín le ha concedido, intentando desde su expresión unir a su propio país en un mismo lugar. Con ella lo imposible logró tomar forma, desafiando todas las normas de la religión, de la realidad e incluso del tiempo. 

De arañas y madres

Así como la figura del arte pop argentino fue capaz de traer historias del pasado, descolocando gente, también lo fue Louise Bourgeois con su muestra El retorno de lo reprimido. Amparada bajo el techo y exterior de fundación PROA, con una Maman representada en una araña de nueve metros de alto y diez de ancho, sumado a una gran cantidad de esculturas fálicas, humanas, muñecos de trapo y dibujos, la gran invención de la escultora franco-estadounidense impactó.  “Está impresionante”, comentó uno de los visitantes, Oscar Martínez, con tan sólo 17 años de edad. “Te sentís tan chiquito, como si fuera un sueño”, agregó luego durante el recorrido de la muestra realizada también durante 2011.  

“Mis obras son una reconstrucción del pasado. En ellas él se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido. (…) Mi infancia nunca ha perdido su magia, nunca ha perdido su misterio y nunca ha perdido su drama. Todos mis trabajos de los último 50 años tienen su origen en mi niñez”. 

Nacida en París el 25 de diciembre de 1911, Louise Caroline Bourgeois fue la segunda de tres hermanos. Al estallar la Segunda Guerra Mundial su padre, Louis, ingresó al ejército. Pero tras ser herido de bala se vio obligado a volver a su hogar. En ese tiempo de ausencia la madre de Bourgeois, Josephine, sufrió mucho la falta de su esposo, lo cual hizo que la autora culpara a su padre por su enfermedad y muerte en 1932. A este hecho se sumó la dominación del padre y la infidelidad que cometió con la institutriz de la familia, Sadie.

De todos modos, el sufrimiento que le profirió su padre no representó el significado completo de su obra. Louise también definió a su Maman como reflexiva, lista, paciente, calmante, razonable, delicada, sutil, ordenada y útil como una araña.

Finalizados sus estudios secundarios en el Lycée Féelone, durante 1933 y 1937, se dedicó a estudiar matemáticas en La Sorbona. Mientras tanto, cursó en la Escuela de Bellas Artes, lugar donde el profesor Joseph Fernand Henri Léger la ayudó a descubrir su vocación como escultora. “Todos los días uno tiene que abandonar su pasado o aceptarlo, y entonces, si no puede aceptarlo, se hace escultor”

Ya en 1938 conoció a su futuro marido, Robert Goldwater, con quien se mudó a Nueva York y adoptó tres hijos (Michel, Jean Louis y Alain). Una vez establecida y naturalizada en suelo norteamericano, continuó la formación en la Art Students League. Seis años después logró que el MoMA (Museo de Arte Moderno) adquiriera una de sus obras. Además de realizar diversas muestras alrededor del mundo, llegó a ejercer como profesora en The School of Visual Arts de Nueva York, la universidad de Columbia, Cooper Union y Goddard College. Recién en 2010 su actividad se detuvo por completo; a los 98 años de edad, Louise Bourgeois falleció en su casa de Nueva York.

¿Loca yo?

Si bien ambas artistas han sido y son aclamadas a nivel mundial, aún deben existir aquellos que prefieren encasillarlas en la locura; sobre todo a Minujín. Muchas veces por su apariencia, otra por sus famosas obras con colchones o la manera de expresar y sacar a relucir ideas extravagantes, surrealistas en alguna etapa de su vida y principalmente de vanguardia. 

En cuanto a Bourgeois, que además de su araña dejó a disposición del público la muestra “El retorno de lo reprimido” (donde entre arañas,  dibujos y esculturas fálicas hay una gran cantidad de muñecos de trapo) se podría decir, sin conocerla, que su arte es morboso, estrafalario y molesto. De todas maneras, según Philip Larratt Smith, curador de la muestra de la artista franco-estadounidense, “(…) unir a través de las costuras es una acción simbólica que conlleva el deseo de reparación y reconciliación. Este proceso es también  un acto de identificación que coloca a Bourgeois en la posición de su madre, quien era la restauradora de tapices en la empresa familiar”. 

Lo que hace particular a ambas mujeres, además del hecho de transgredir por medio del arte, es lo que aseveran en una sincronía atemporal: “El arte es garantía de cordura”, expresó alguna vez Louise, y casi como por arte de magia, la confesión de Minujín se conecta sin trabas: “A través del arte podés curar, podés sanar”.

Más allá de su diferencia de estilos, su manera de vestirse, de hablar o de dirigirse a la vida, hay que reconocer lo que el arte ha hecho con ellas. Desde el existencialismo por el que pasó Marta Minujín (a los diez años se creía Vincent Van Gogh) hasta la dominación del padre que encarnó la misma Bourgeois, este gran medio de expresión ha logrado dar un paso más en el camino de lo monumental. Es preciso entender que esto sana y libera por el simple hecho de permitir ser, sin barreras.

El arte nos significa todo en la sociedad, aunque a veces pueda percibirse lo contrario. Sin ella quizás seríamos máquinas automáticas, individuos colectivos, parte de la masa amorfa e indecisa que nos envuelve a diario. Además, no se la puede encasillar en una sola cosa. Tanto la escritura, como la pintura, la escultura, el dibujo y el cine son parte del ciclo. Al respecto Jean Luc-Godard, reconocido crítico y cineasta francés, decía: “Para mí existe una gran continuidad entre todas las formas de expresión. Todas forman un bloque”.

A estas alturas me queda decir que si alguna vez te sentís vacío, no tenés más que sumergirte en estas obras. Dejate llevar por ellas, pero también entendé  quienes las hicieron y para qué. Y si no es la comunicación que propone Babel, la protección de Maman o el retorno de lo reprimido lo que completan tu alma, no tengas miedo. Buscá, recorré, caminá, lee y pensá. Quizá encuentres la respuesta a tu propia existencia, una salvación. 

De acuerdo con Minujín todos tenemos una fuerza interior tremenda: “¿Por qué se hicieron las pirámides de Egipto? ¿Por qué se hicieron los edificios? Tenemos una grandeza interior que no nos damos cuenta. Y el arte, cuando la gente piensa un poco que no tiene ningún sentido, en realidad tiene la propiedad de rescatar la grandeza oculta que llevamos dentro”.

Acerca del autor

Florencia Gatell

Esta es Flor. Actualmente trabaja como Social Media Manager en una agencia de medios/creativa y estudia Psicología en la UBA. Le apasiona investigar, conocer los avances que se hacen en Redes Sociales y también poder ver el impacto que hay de la comunicación en esos medios. Además es bailarina de Flamenco y escribe un montón y sobre todo poesía, amor que desarrolló hace más de 10 años leyendo, interesándose y haciendo talleres con gente muy copada como Daniel Mecca y Laura Yasán. Hoy también desarrolla su narrativa con Agustina Tracey, en los talleres del Cuaderno Azul. También tiene un podcast sobre poesía y con entrevistas (La revolución de los Pájaros), porque como estudió periodismo, le gusta dar a conocer otras historias, escuchar otras voces. Y quizás se anime más a hacer stremings en Twitch, pero el tiempo dirá. Flor vino acá a escribir sobre todo lo que la mueva emocional e intelectualmente. Está bueno recordar que no somos meros entes lógicos, si no una combinación y más.

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