Dejas de sufrir cuando le cierras la puerta a eso, que te hace daño.
Dejas de sentir dolor, cuando no permites que una ofensa te subordine.
Cuando tienes el dominio de tus emociones, sabes hasta qué punto ser permeable y es ahí cuando tienes un control más prudente de las cosas.
Está en ti, permitir que una palabra te afecte, que un acto te lastime, que una persona te ofenda.
Debes emanciparte de esos conceptos y comprender que solo tú tienes la llave para abrir las puertas de tu mente.
Y depende de ti ser el huésped que invite al desastre o el juez que toda amenaza incinera.
Solo tú sabes qué postura tomar.
Si dejar que el mal se magnifique o blindar tu paciencia para encontrar la paz lejos de la desdicha.